domingo, 11 de enero de 2009

ENERO 2009

¡Feliz Año Nuevo!

El futuro esta en manos de Dios, que gobierna y dispone sabiamente todo.


El Señor Dios multiplique sus favores sobre sus personas, sobre sus familias, sobre cuanto llevan en el corazón.


Nuestro augurio es que sea año de consuelos, de regocijo santo, de bien inmenso en el campo de sus almas, y en las del prójimo.


(Don Orione)

ENERO 2009

¡ Es Navidad, levántate, vamos !

La Navidad y el fin del año 2008 brindan la ocasión para consideraciones, balances, estadísticas, recuerdos. Todo al pasado. A hablar de futuro han quedado hoy los astrólogos, los niños y los curas.
Lo mejor que puede dar una sociedad incapaz de esperanza es la cultura de las pantuflas. Y el ideal de una vida privada y cómoda, en el confort del cuarto de estar, delante del televisor que hace pasar delante del espectador la historia, ilusionándolo de ser protagonista. Cuando el hombre se percata que su papel es cada vez mas marginal, no le queda que hundirse en las historias que no hacen historia, en las charlas sobre los hechos ajenos, en los mundos artificiales de las telenovelas. La ficción y el mundo virtual ofrecen un sustituto de vida alternativo, que apasiona aquel poco que basta para tirar adelante. La vida real, en cambio, aparece poco interesante y hasta insoportable.
Las pantuflas, el televisor, el ordenador a menudo son señal más de desesperación que de riqueza, más de aburrimiento que de entusiasmo.
En este contexto de espera sin hechos y de tiempo sin objetivo, la Navidad de Jesús lleva noticias sobre nuestros “orígenes”, sobre el Padre nuestro que esta en el cielo y sobre nuestra Patria. No somos solo hijos de este mundo. Venimos de lejos, también nosotros somos hijos de un Rey. La Navidad suscita la nostalgia de los orígenes del Reino de Dios, el deseo del retorno a lo que somos, buenos, simples, solidarios, fraternos, hijos de Dios. Es un retorno al futuro: cielo y tierra nueva, donde reina la paz y la justicia, el amor y la verdad. Aquel “niño descendió del cielo”, como “estrella que brilla en Oriente”, es el “sol que resplandece en el cielo de Pascua”. Aquella luz desvela, mas allá de nuestro pequeño cono de luz, un horizonte de vida amplia y eterna que hace bellos, interesantes y amables los pasos de nuestro camino.
¡Es Navidad, levántate, vamos! Surge y corre al encuentro de la luz (Don Orione)
Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo. Se ha manifestado la gracia de Dios. Fuente de salvación para todos los Hombres, que nos enseña para que vivamos recibiendo la beata Espera y la manifestación del gran Dios y nuestro Salvador, Jesucristo.


¡Feliz Navidad!

Que la Paz de Cristo reine en sus corazones,

en las familias y en todos los pueblos.





Don Flavio Peloso, Superior General

ENERO 2009

DON BOSCO Y DON ORIONE

En octubre de 1886 ingresó al Oratorio un muchacho de 14 años de Pontecurone. Se llamaba Luis Orione. Era hijo de un pobre adoquinador. Al lado de su papá había pasado muchas horas ayudándole a colocar adoquines. Había querido ser fraile, pero enfermó y volvió a su casa. Pero lo aceptaron los salesianos y quedo encantado con Don Bosco, que ya contaba 70 años. Cuando bajaba al patio –cada vez menos- los muchachos lo rodeaban buscando estar lo mas cerca posible y recibir una palabra. Don Bosco ya confesaba muy poco, pero Luis Orione logra de una manera inexplicable ese privilegio. Don Orione cuenta: “Con el examen de conciencia que hice llene tres cuadernillos”. Luego se dirigió emocionado a esperar turno. Don Bosco lo miró sonriendo y Luis se arrodillo. “Dame tus pecados”, le dijo, y luego de leer el cuadernillo lo rompió. “Ya esta hecha la confesión. No pienses más en lo que has escrito”. Después de aquella confesión pudo hacer otra. Un día Don Bosco lo miró fijamente a los ojos: “Acuérdate que nosotros dos seremos siempre amigos”. Cuando Don Orione llega a ser padre de una congregación, con oratorios y casas para muchachos muy pobres, dirá pensando en Don Bosco: “Caminaría sobre carbones ardientes para verlo todavía una vez y decirle gracias”. Y a su paso por el Oratorio de Don Bosco la llamó “la estación feliz de mi vida”.
Don Orione, consideró siempre una grandísima gracia de Dios el haberse encontrado con Don Bosco, y el haber estado algunos años con él y con todos los muchachos que entonces albergara Valdocco. Siempre consideró a Don Bosco su gran maestro, el maestro de su vida, y aunque el camino por el que Dios le llamaba, difería del de su maestro, rasgos asimilados en aquella escuela marcarán también su fundación, como el amor a la juventud, el valor y necesidad insustituible de la educación cristiana, la predilección por los pobres, la adhesión total al Vicario de Cristo, los ejes básicos de la pedagogía cristiana hoy nuevamente revitalizados por el magisterio eclesial. (Fuente: Revista Don Orione, Noviembre 1988)