domingo, 11 de enero de 2009

ENERO 2009

DON BOSCO Y DON ORIONE

En octubre de 1886 ingresó al Oratorio un muchacho de 14 años de Pontecurone. Se llamaba Luis Orione. Era hijo de un pobre adoquinador. Al lado de su papá había pasado muchas horas ayudándole a colocar adoquines. Había querido ser fraile, pero enfermó y volvió a su casa. Pero lo aceptaron los salesianos y quedo encantado con Don Bosco, que ya contaba 70 años. Cuando bajaba al patio –cada vez menos- los muchachos lo rodeaban buscando estar lo mas cerca posible y recibir una palabra. Don Bosco ya confesaba muy poco, pero Luis Orione logra de una manera inexplicable ese privilegio. Don Orione cuenta: “Con el examen de conciencia que hice llene tres cuadernillos”. Luego se dirigió emocionado a esperar turno. Don Bosco lo miró sonriendo y Luis se arrodillo. “Dame tus pecados”, le dijo, y luego de leer el cuadernillo lo rompió. “Ya esta hecha la confesión. No pienses más en lo que has escrito”. Después de aquella confesión pudo hacer otra. Un día Don Bosco lo miró fijamente a los ojos: “Acuérdate que nosotros dos seremos siempre amigos”. Cuando Don Orione llega a ser padre de una congregación, con oratorios y casas para muchachos muy pobres, dirá pensando en Don Bosco: “Caminaría sobre carbones ardientes para verlo todavía una vez y decirle gracias”. Y a su paso por el Oratorio de Don Bosco la llamó “la estación feliz de mi vida”.
Don Orione, consideró siempre una grandísima gracia de Dios el haberse encontrado con Don Bosco, y el haber estado algunos años con él y con todos los muchachos que entonces albergara Valdocco. Siempre consideró a Don Bosco su gran maestro, el maestro de su vida, y aunque el camino por el que Dios le llamaba, difería del de su maestro, rasgos asimilados en aquella escuela marcarán también su fundación, como el amor a la juventud, el valor y necesidad insustituible de la educación cristiana, la predilección por los pobres, la adhesión total al Vicario de Cristo, los ejes básicos de la pedagogía cristiana hoy nuevamente revitalizados por el magisterio eclesial. (Fuente: Revista Don Orione, Noviembre 1988)

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