domingo, 14 de junio de 2009

JUNIO 2009

DON ORIONE Y LA EUCARISTÍA





Por una fuerte influencia de su madre, y una muy buena aceptación de él mismo, Luís Orione participaba de misa cada domingo, desde muy pequeño. Una vez recibida la comunión, lo hacía con más conciencia. Siendo alumno del colegio de Don Bosco, aprendió con más fervor a comulgar diariamente y orar frente al santísimo. En los años que estuvo con Don Bosco (de sus 14 a sus 17 años) se aferró a la costumbre de recibir a Jesús cada día, aunque eso no era lo propio en aquellos años (1886-1889). Esta costumbre, Luís Orione, la llevará consigo cuando entre en el seminario diocesano… el ambiente allí no era muy santo ni con muy buenas costumbres. Pronto Luís fue burlado por sus compañeros que lo trataban de santurrón por comulgar todos los días. Incluso algunos de los sacerdotes formadores lo veían raro por su continuo acercamiento a la eucaristía. Sin embargo, Don Orione siempre fue muy firme en sus decisiones, sobre todo cuanto estaba convencido de que algo era bueno, no lo dejaba. Soportó las burlas de sus compañeros, pero poco a poco fueron viendo que ese joven extraño no solamente era diferente por comulgar todos los días, sino que sobre todo era diferente porque siempre estaba alegre, dispuesto al servicio y a las buenas obras. Dejaron de burlarse, y empezaron a imitarlo.
Un verano, cuando todos los seminaristas iban a sus casa a descansar, Luís Orione pidió que se le diera algún trabajo en la catedral, para juntar unos pesos y poder seguir pagando sus estudios. Le concedieron que se quedara de custodio de la catedral, viviendo en una pequeña habitación en los altillos del templo. Una muy reducida ventanita de su pieza le permitía ver, desde lo alto, el sagrario de la catedral… el lugar donde se reservaba a Jesús eucaristía. De noche, el joven Luís, de tan sólo 19 años, solía pasar largos ratos en oración frente al sagrario, o mirándolo desde su ventana, en lo alto. De ese tiempo encontramos un poema que él mismo compuso a la lámpara del sagrario, mientras la observaba desde su alta ventana una noche… casi como envidiándole la cercanía que ella tiene con Jesús, y anhelando su labor: gastarse anunciando que allí está la presencia de Jesús eucaristía: Te veo desde aquí, lámpara amada, resplandece allá como una estrella; cuántas cosas nos dá tu antorcha bella que al alma meditabunda siempre agrada.
Tu consumes tu vida frente al ara, que tu luz es de amor dulce favela. ¡Quién puede imaginar vida más bella! ¿Quién puede codiciar vida más cara? Delante de Aquel que “apena y consuela”, déjame tu lugar por un solo día, o, mejor aún, por una noche sola. Deja que yo experimente cual delicia sea hacer siempre con Jesús dulce estadía; gastar por Él la vida mía. Y cuando era aún más joven, de 16 años, se conserva otro fragmento escrito por él, también después de una noche de oración frente al sagrario: “Se reza bien… de noche… cerca del altar… El mundo guarda silencio, callan los deseos, callan los sueños inquietos de la fantasía. La paz del Señor se difunde en toda el alma, ¡paz…, paz profunda…, imperturbable!” Una vez que él mismo funda su colegio, que luego se transforma en la congregación Pequeña Obra de la Divina Providencia, Don Orione buscará infundir siempre en sus jóvenes alumnos y seguidores el amor ardiente a la eucaristía. Enseña a comulgar continuamente y a orar frente al Santísimo con fervor. Estos son algunos breves escritos de él sobre esto: “Esparzan con paz y con amor en las almas el amor y la devoción a la Santísima Eucaristía recordando a todos las palabras de Jesús: „el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él‟ ¿Hay algo mejor que permanecer nosotros en el Señor y el Señor en nosotros? ¡Animo, mis queridos, la caridad de Cristo nos apremia!” “No nos contentemos con nuestra confesión semanal y nuestra comunión diaria; sino que con mucha frecuencia aconsejémoslas a nuestros jóvenes. Todos los días el cuerpo tiene necesidad de alimento; ¿y no tendrá el alma necesidad de su Pan, del Pan vivo bajado del cielo para constituir… nuestro remedio de inmortalidad?”. “Consideremos perdido el día en el que no hayamos hecho nada para inflamar las almas en la devoción al Santísimo Sacramento. La mejor caridad que podemos hacer a un alma es darle a Jesús. Y el más dulce consuelo que podemos darle a Jesús es darle la posesión de un alma.”

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