viernes, 22 de febrero de 2008

Año Nuevo, Vida Nueva . . .


Año nuevo, Vida nueva . . .


(Fragmento de una carta de Don Orione dirigida a sus religiosos para la Epifanía de 1935.)

“…Acabamos de comenzar el nuevo año. Demos gracias a Dios por los muchos beneficios recibidos, y comencemos desde hoy a amar y servir con gran fervor a Cristo y a la Santa Iglesia Romana, Madre nuestra, con ardiente caridad, con todo el corazón, con toda el alma, con toda nuestra pobre vida. Postrados a los pies de Dios, pidámosles humildemente perdón, a El, que es nuestro Padre, de todas las ingratitudes de la vida pasada, y cada uno diga de corazón: “Ahora empiezo en el nombre de Jesús”. Comienzo a ser de Cristo y de la Iglesia. Año nuevo, vida nueva. ¡Vida Santa y Santificada!, ¡Año nuevo: vida entera en Jesús, de Jesús y para Jesús! Hijos míos vivamos en Jesús, perdidos dentro de su corazón, encendidos en su amor. Pequeñitos, pequeñitos. Sencillos, humildes y dulces. ¡Vivamos de Jesús! Como pequeñuelos entre sus brazos, santos e irreprensibles bajo su mirada, abismados del amor de Jesús y de las almas, con fidelidad y amor sin limites para con El y para con su Iglesia. ¡Vivamos para Jesús! Todo y todos para Jesús. Nada fuera de Jesús, nada que no sea Jesús, que no conduzca a Jesús, que no respire Jesús. De una manera digna a la vocación que hemos recibido, modelado en su cruz, en su sacrificio, en su obediencia “hasta la muerte”, en oblación y total holocausto de nosotros mismo, como un perfume de suavísimo olor. ¡Oh Jesús! Ábrenos tu corazón, déjanos entrar en él, oh Jesús, porque solo en tu corazón podemos algo de lo que eres. Solo en tu corazón podemos comprender tu caridad y misericordia, y entender y amar también nosotros el sacrificio y aquella Santa obediencia por la que te has sacrificado…”
Don Orione, en un comienzo de año, escribe a sus religiosos una carta llena de fervor, que surge de su profundo amor a Cristo, el cual sembró en su gran corazón una fe madura y consciente de la realidad que lo rodeaba, Don Orione alienta a sus religiosos, de modo apasionado, a la santidad, a una vida llena de Jesús, en un mundo confundido, que se estaba alejando de él, santidad que consiste en una profunda amistad con Jesús, que se hace concreta en la oración y en el compromiso para servir a los demás con la misma entrega y humildad del Señor. Hoy a cada uno de nosotros Don Orione nos dirige estas mismas palabras, que el mismo las vivió, llevando una vida santa, él es modelo e intercesor en este camino de crecer en la Santidad, en la verdadera amistad con Dios, que se expresa en el compromiso por testimoniar con Hechos y Palabras, el Inmenso Amor de Dios.

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